Todo empezó por la Voigtländer de mi padre. Pero esa fue solo el principio, la semilla de mi fascinación por los ingenios mecánicos populares y, entre ellos, las cámaras fotográficas y las máquinas mecanográficas.
De ambos soy un humildísimo coleccionista y sigo maravillándome de la precisa ordenación de metales, muelles, torsiones y tornillos. Me fascinan sus resultados y, especialmente, en estos tiempos en los que algo a los dos años ya siente el helado hálito de la destrucción, sigan funcionando, con rotundidad y altas dosis de precisión.
Fueron maravillas modernas, con avances que eran, de modelo a modelo, significativos. Y con ese olor del cuero. Y el color inigualable del cuero color camel lustrado por años y ,manos. Ingeniería, belleza y durabilidad.
En estos dibujos recogí algunas de las máquinas que tengo. Espero disponer de tiempo y hacer algunas más ( las máquinas rusas y alguna japonesa especial para Fernando Diaz Marroquín) y también empezar con las mecanográficas.